LOS RIOS. MODELADO FLUVIAL
Forma de paisaje
originado por la acción fluvial, esto es, de las aguas de los cauces de
la red de drenaje de una cuenca fluvial, que erosionan, transportan y depositan
sedimentos. El término ‘río’ se emplea como convención, el modelado fluvial
afecta a todos los canales de drenaje, cualquiera que sea su tamaño, desde los
más pequeños arroyuelos hasta los ríos más caudalosos del mundo. De hecho,
aunque los efectos sobre el paisaje de las cuencas de los grandes ríos tienden
a ser los más espectaculares, gran parte del conocimiento de cómo se produce el
modelado fluvial deriva del estudio detallado de los pequeños riachuelos.
Los ríos
originan fundamentalmente tres formas de relieve:
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Valles en uve. Se producen cuando un rio tiene
gran capacidad erosiva y se encaja profundamente en el terreno, produciendo un
cortado con las paredes suavizadas por las aguas salvajes y los arroyos.
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Valles de fondo plano. Cuando un rio corta
terreno pierde capacidad para encajarse, ya que va disminuyendo el desnivel
entre su cauce y el nivel del mar. Cuando ua no puede profundizarse mas, pierde
velocidad y comienza a traza curvas, llamadas meandros.
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Penillanuras. Es el resultado final del proceso
de erosion fluvial.
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Los ríos se caracterizan por poseer
un cauce más o menos fijo y un caudal permanente. Esto último es posible
gracias a la aportación procedente de aguas subterráneas. Sin embargo,
algunos ríos proceden de la fusión de masas de hielo estables, como es el caso
de la fotografía, en que el río Cinca recibe el agua del deshielo del glaciar
de Monte Perdido, situado sobre el valle de Pineta (Huesca). El relieve del
fondo es el Cilindro de Marboré.
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En el tramo alto del curso fluvial
predomina la erosión sobre otras acciones como consecuencia de la elevada
pendiente, gracias a la cual el río posee una gran energía y, en
consecuencia, capacidad erosiva. Son frecuentes las formaciones como cascadas
y rápidos (cascadas del Cinca, Huesca).
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Prueba de esa elevada energía es la
presencia de bloques de gran tamaño en los cauces de los ríos de montaña,
como estos de la Garganta de Gredos, poco antes de verter al río Tormes en
Navalperal de Tormes (Ávila).
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Estos ríos presentan un régimen de
carácter torrencial, con grandes variaciones de caudal entre crecida y
estiaje. Durante las épocas en que desciende el caudal podemos observar tanto
los grandes bloques que se mencionaban más arriba, como las huellas de la
enorme capacidad erosiva que pueden tener estas corrientes, removilizando
depósitos anteriores el río Tormes en Navalperal de Tormes (Ávila)
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La presencia de saltos de agua es un
carácter común tanto en el tramo de cabecera como en los arroyos de montaña,
donde el relieve sea escarpado, como el caso del arroyo del Aguilón, un
afluente del río Lozoya en el valle del Paular (Madrid).
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Esta cascada la forma el río Borosa,
un afluente del Guadalquivir en su tramo superior, dentro de la sierra de
Cazorla (Jaén), otro relieve abrupto.
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La presencia de rocas resistentes
estratificadas y su disposición pueden formar una sucesión de saltos y
cascadas como graderíos o escalones (gradas de Soaso en el valle de Ordesa,
Huesca).
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Donde la capacidad erosiva del río
es elevada, éste se encaja en su cauce (erosión lineal)
profundizándolo y tallando gargantas y desfiladeros a través de las masas
rocosas (río Pitarque cerca de Montoro, Teruel).
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La elevación tectónica del
territorio o el descenso en el nivel de base fluvial son los factores que
pueden rejuvenecer el río y dotarle de mayor capacidad erosiva haciendo que
se encaje profundamente si encuentra rocas resistentes. Así, el río Guadalevín
traza el profundo Tajo de
Ronda (Málaga) a través de
conglomerados torrenciales de edad miocena.
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En relieves jóvenes, abruptos, y
donde la litología es apropiada pueden aparecer profundos cañones, como el de
Gistaín, en el pirineo oscense, excavado en calizas.
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Aunque el río es poco aparente, el
desfiladero de Los Gaitanes en la serranía de Málaga, cortado en bancos de
calizas verticales, supera los 100 metros de profundidad.
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Durante el estiaje, el lecho rocoso
en el tramo alto revela las huellas de la erosión que producen los acarreos
del río en forma de profundos surcos y canales (gubiazos en el lecho rocoso del río Pitarque,
Teruel).
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Aunque una de las formaciones más
características son los pilancones o marmitas de gigante, que no hay
que confundir con los pilones o gnammas que la alteración química produce
lejos de los cauces fluviales. Aquí se han desarrollado sobre granito en el
arroyo Torcón (Toledo).
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Cuando
quedan en seco se pueden ver en el fondo de los pilancones las masas de
clastos que, con su continuo girar bajo un remolino, horadan el lecho
fluvial. El pequeño círculo negro entre ambos pilancones es una tapa de
objetivo fotográfico que mide 62 mm de diámetro (nacimiento del río Pitarque,
Teruel).
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Aún los arroyos de apariencia poco
espectacular son capaces de excavar pilancones de gran tamaño, como este del
arroyo del Aguilón en el valle del Paular (Madrid).
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En el curso medio el río pierde
pendiente y capacidad abandonando parte de su carga más gruesa y formando una
llanura aluvial o de inundación. En la primera parte de este tramo abundan
las gravas muy gruesas que el río sólo es capaz de remover en las grandes
crecidas por lo que se acumulan formando barras entre las que corre el agua,
a veces formando varios canales activos en forma de canales trenzados o de
canales anastomosados (río Ara en Huesca).
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En otra zona del mismo río Ara se
aprecia el tamaño de los aluviones entre los que discurre el río.
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Este aluvión muy grueso ocupa el
valle del río Jarama tras su unión con el Lozoya, cerca de la localidad de Patones
de Abajo (Madrid). Se pueden apreciar, en diferentes planos, los diversos
canales activos del río.
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El río abandona sus acarreos
(aluviones) si carece de la energía necesaria para su transporte, bien al
decrecer la pendiente o subir el nivel de base, entre otras causas. Pero
igualmente puede ocurrir lo contrario: ganar capacidad erosiva y encajarse en
la llanura aluvial, labrando un nuevo valle que, a su vez, será de nuevo
relleno y quizá también erosionado. De esta manera, los restos de materiales
que formaban llanuras aluviales anteriores van quedando dispuestos en forma
escalonada en las márgenes del valle actual, son las llamadas terrazas aluviales.
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FORMACION
DE LA TERRAZAS.
En la foto superior de la izquierda se ven terrazas del río Jarama poco antes de recibir las aguas del Lozoya en el norte de la Comunidad de Madrid (el relieve más elevado no es una terraza). La foto inferior de la izquierda muestra los restos de un nivel de terraza desaparecida, también del Jarama, a la altura de Velilla de San Antonio. Obsérvese su situación topográficamente por encima del nivel actual del canal activo, visible detrás y señalado por la presencia del bosque de ribera. Más allá se ve la superficie roturada de la actual llanura de inundación. |
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La otra forma
característica de los canales fluviales son las sinuosidades llamadas meandros.
Aparecen en la segunda mitad del tramo medio y en el tramo bajo del río,
siendo muy variable su forma y desarrollo. Este lo traza el río Manzanares
frente a Rivas-Vaciamadrid, poco antes de su unión con el Jarama. El agua
corre de derecha a izquierda de la foto. En la curva del meandro el agua
tiende a desplazarse hacia el exterior del mismo, donde será mayor su efecto
erosivo y la orilla aparece escarpada (zona oscura del fondo a la derecha),
mientras que en la orilla interna del meandro el agua pierde velocidad y el
río deposita una barra
semilunar o point bar. Ese efecto erosivo
en el exterior de la curva ha obligado a realizar la protección de la misma
mediante depósitos de bloques que el río no puede remover (en primer
término).
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Este esquema representa lo indicado
arriba acerca de la acción del agua en el meandro. En él, el perfil del canal
es asimétrico, más profundo en la orilla cóncava exterior, donde el agua
erosiona. La superficie del agua se inclina levemente como consecuencia del
desplazamiento de la misma hacia el exterior del meandro.
Como consecuencia de las acciones descritas, el meandro tiende a ampliarse, a hacerse más ancho, y a desplazarse aguas abajo del valle. |
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Además de desviarse hacia afuera del
meandro, el agua describe un torbellino helicoidal que incrementa su acción
erosiva sobre esa orilla.
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Los meandros descritos anteriormente
pueden desplazarse por la llanura de inundación del río, pero en otras
ocasiones la erosión ha sobreimpuesto su trazado sobre rocas duras en las que
se ha encajado el río formando los meandros encajados (embalse de Burgomillodo ocupando el
valle del río Duratón, Segovia).
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El mismo caso muestra el
encajamiento del río Malvellido, en las Hurdes (Cáceres), que describe meandros
encajados en esquistos y pizarras.
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Cuando un meandro de estrangula, el
agua toma el camino más corto abandonando el antiguo curso a lo largo de la
curva que quedará como un meandro
abandonado. Si éste permanece conteniendo agua formará un lago en
herradura. En la foto campos de labor ocupan un meandro abandonado en torno a
la localidad de La Cabrera (Guadalajara). El río discurre al fondo,
transversalmente al plano de la foto.
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Entre el embalse de El Atazar y el
Pontón de la Oliva, el río Lozoya traza estos meandros encajados. En primer
término vemos un meandro activo y, en segundo plano, un meandro abandonado
ocupando la mitad izquierda de la foto.
El puente romano de Talamanca del
Jarama ha quedado en seco al desplazarse el canal activo del río en su
llanura de inundación, aunque el puente ha resistido el paso de siglos y
crecidas.
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La variación en la situación de los
canales fluviales activos o el depósito de una avenida, entre otras causas, pueden fosilizar un canal dejando una estructura
reconocible en la serie sedimentaria como un paleocauce o paleocanal.
Esta foto muestra un paleocauce torrencial en el seno del abanico aluvial de
Cobatillas (Teruel).
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La dinámica fluvial normal también
puede ser causa de riesgos para bienes y personas. Se dice que todo río,
tarde o temprano, ocupará su llanura de inundación. Las avenidas de mayor
magnitud son menos frecuentes, pero no por ello deja de existir la posibilidad
de que se produzca. La riada del río Jarama de 1947 provocó la caída de uno
de los pilares del puente de San Martín de la Vega. Hoy el río pasa más allá
de este puente, pues su canal es divagante en la llanura de inundación.
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